LAGRIMAS A LOS PIES DE JESÚS

LAGRIMAS A LOS PIES DE JESÚS
Hay diversas razones por las cuales aparecen las lágrimas en nuestros ojos, desde una gran alegría hasta una profunda tristeza, pasando por el ardor de la cebolla. Pero sin duda cuando adoramos y entramos en la presencia de Dios es inevitable derramar nuestro corazón como aguas delante de él, pues Su gloria, poder y amor nos envuelven. 

Creo que es difícil con palabras describir lo que experimentamos en un momento así. De igual manera cuando recordamos Su perdón, y cómo ha preservado nuestra vida y la de nuestra familia de grandes peligros, nuestras lágrimas caen a los pies de Jesús. Gracias Dios por tu amor y protección...
   




LÁGRIMAS A LOS PIES DE JESÚS   

“Entonces una mujer en la ciudad, que era pecadora, como entendió que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un vaso de alabastro con perfume; Y estando detrás de él a sus pies, comenzó llorando a regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume” (Lucas 7:36-38).

Ante este acto de adoración, teniendo en cuenta el contexto, debemos considerar las actitudes del fariseo. Vemos por ejemplo que él no recibió al Señor Jesús como era digno. Pues en la cultura judía tenían como práctica atender a los invitados al banquete con las siguientes acciones o protocolo: sus pies eran lavados, eran recibidos con un beso como saludo de cortesía, su cabeza era ungida con aceite perfumado (preparado con especies aromáticas, era un perfume especial). Vemos entonces que ni siquiera trató a Jesús como un invitado normal.                                                
El fariseo juzgó el acto de adoración de la mujer, y a Jesús por recibir la adoración de una pecadora (Lucas 7:39). La vida religiosa (llena de rituales y formalismos) y la hipocresía eran características evidentes de los fariseos, ellos siempre buscaban las maneras de ser vistos y reconocidos por las demás personas.        

El espíritu fariseo juzga y cuestiona lo que el Señor Jesús hace (como maestros de la Ley, ellos consideraban que eran tan santos que una mujer pecadora no los podía tocar). Vemos que éste fariseo no creía en Jesús como el Mesías (pues piensa: “sí éste fuera profeta”), sin embargo lo invitó a su casa, seguramente quería mostrar sus influencias al tener al Maestro del cual todos hablaban, en su casa.




En contraste veamos ahora las actitudes de nuestro Señor Jesucristo. En primer lugar Él recibe la adoración de una “pecadora”; esto nos enseña que para Jesús tiene mayor valor un corazón sincero, que los títulos, posiciones y todas las prácticas religiosas que podamos hacer y conocer. Las lágrimas a los pies de Jesús son una expresión de humildad y reconocimiento de nuestra condición y necesidad de él.   

En segundo lugar vemos que Jesús enseñó al fariseo lo que es la verdadera adoración. Ésta va más allá de levantar las manos o alzar la voz, le enseña que la verdadera adoración nace en el corazón que con sencillez y honestidad reconoce su condición, y recibe por la fe en Jesús la gracia de Dios al perdonar sus pecados y darle el privilegio de entrar en Su gloriosa presencia. Ante todo esto es inevitable que caigan las lágrimas a los pies de Jesús.     

En tercer lugar vemos que el Señor Jesús defiende a quien le adora (Lucas 7:44-46, 50). Jesús le dice: “No mediste agua para mi pies, no me diste beso, no ungiste mi cabeza con aceite… pero ésta con sus lágrimas ha regado mis pies y con su cabello los ha secado, ha besado también mis pies y con su perfume los ha ungido” y finalmente le dice a ella “Tu fe te ha salvado, ve en paz”. 

Recordemos que para el fariseo era una pecadora indigna de tocar al Maestro, pero Jesús la honró delante de todos los que allí estaban, porque Jesús defiende y honra a quienes le honran.     

Vemos en cuarto lugar que Jesús enseña algo muy importante: El grado de revelación de tu perdón, determina tu nivel de adoración (Lucas 7:47). El fariseo no adoró al Señor Jesús, porque su justicia estaba basada en actos humanos y religiosos. 




La mujer que llegó lo adoró, porque solo en Jesucristo el ser humano encuentra la gracia del perdón. Cuanto más entiendes el perdón del Señor, más grande es tu amor por él.       

Reflexión final: La adoración genuina no está llena de rituales, es aquella que nace en un corazón sincero, transparente delante de Dios y que al reconocer su necesidad acude al Señor para beber de la fuente de vida. Cuando adoras tú espíritu es renovado por el poder que emana de Dios mismo, por eso Moisés descendía del monte y su rostro resplandecía. Adora a Dios y cada vez te parecerás más a él.   

(Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria)

Te invitamos a leer: Sermones escritos para predicar


Comentarios

Entradas Destacadas

LOS NUEVE DONES DEL ESPÍRITU SANTO

Sermones para predicar

LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO Y SU SIGNIFICADO