LLEVANDO MUCHO FRUTO PARA DIOS
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)
Es
interesante que el texto de hoy (Juan 15:8), nos enseña que es el fruto el que honra
al labrador. No es el tamaño de la viña, ni la cantidad de vides, sino el fruto
de la vid. A veces queremos impresionar a otros con las grandes metas
alcanzadas, o con los grandes números, pero para Dios lo más importante es el
fruto.
La vid verdadera es Cristo, y sus nutrientes son conducidos a los frutos a través de los pámpanos, por eso nosotros somos canales a través de los cuales Dios quiere mostrar su gloria, y no hay mayor gloria que vivir la vida de Cristo…
La vid verdadera es Cristo, y sus nutrientes son conducidos a los frutos a través de los pámpanos, por eso nosotros somos canales a través de los cuales Dios quiere mostrar su gloria, y no hay mayor gloria que vivir la vida de Cristo…
LLEVANDO MUCHO FRUTO PARA DIOS
“En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos” Juan 15:8.
Glorificamos al
Padre “llevando mucho fruto”, pero ¿Que es glorificar al Padre? En primer lugar
glorificar viene del término griego doxaso, que traduce además: magnificar,
alabar, exaltar.
Cuando alguien visita la viña, seguramente comerá las uvas, mirara el color, el tamaño del racimo, y dará el reconocimiento, la alabanza, el elogio al labrador por la gran calidad de sus vides, nunca la alabanza será para las ramas (o pámpanos). El fruto hace referencia a la vida de Cristo manifestada en el creyente.
Cuando alguien visita la viña, seguramente comerá las uvas, mirara el color, el tamaño del racimo, y dará el reconocimiento, la alabanza, el elogio al labrador por la gran calidad de sus vides, nunca la alabanza será para las ramas (o pámpanos). El fruto hace referencia a la vida de Cristo manifestada en el creyente.
Esto nos recuerda
que cuando damos buen fruto para Dios, es primero por su gracia, y segundo
debemos con humildad sincera reconocer que toda la gloria es de Dios, pues el
labrador es el Padre, y es él quien ha hecho el verdadero trabajo para tener una
buena cosecha a través de nosotros (Puedes leer más acerca de su gracia en: “Es Por Su Gracia, No Por Tu Fuerza”).
Cuando no es
posible la poda, es decir el viñador por alguna razón no pudo cortar bien las
ramas secas o aquello que estorba el fruto de la vid, entonces llega el
invierno (Recordemos aquí que tenemos libre albedrío y podemos decirle al Señor que no intervenga).
La vid en el invierno entra en un letargo vegetativo donde no hay movimiento de savia, la vid está sin hojas, sin floración y sin fruto, sólo está la cepa y lo que no fue cortado en la poda, ahora cae en medio del invierno (lo que implica vientos recios y contrarios, tempestades con granizo, tormentas, y frías noches acompañadas quizá de heladas con temperaturas bajo cero: figura de aquellas crisis y dolorosos procesos donde lo que queda y no fue podado antes, será desprendido).
La vid en el invierno entra en un letargo vegetativo donde no hay movimiento de savia, la vid está sin hojas, sin floración y sin fruto, sólo está la cepa y lo que no fue cortado en la poda, ahora cae en medio del invierno (lo que implica vientos recios y contrarios, tempestades con granizo, tormentas, y frías noches acompañadas quizá de heladas con temperaturas bajo cero: figura de aquellas crisis y dolorosos procesos donde lo que queda y no fue podado antes, será desprendido).
Lo que no fue
podado por la mano amorosa del Labrador, ahora caerá por la dureza del invierno.
Las pruebas nos ayudan a crecer y a entender mucho más el carácter de Dios
(Podemos verlo en “Dios Ordena a Abraham que Sacrifique a Isaac”).
Pero luego llega
la hermosa primavera, donde la savia vuelve a fluir, aparecen de nuevo las
hojas, las flores y los frutos. La vid vuelve a reverdecer, y su delicioso
fruto volverá estar a disposición para saciar la sed de la humanidad que anda
sedienta por el mundo procurando encontrar solución a su sed espiritual, y que
solo la Vid Verdadera, Jesucristo el Señor, puede suplir plenamente.
Reflexión
final: Dios nos ha puesto para llevar fruto, para
vivir en comunión con él. Permitamos al labrador que nos pode de acuerdo a su
voluntad, procuremos en él esa continua renovación para que siempre
glorifiquemos su nombre.
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