CONVICCIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO
Nuestras oraciones y anhelos de corazón
generalmente son en su mayoría egoístas. De hecho, usamos la palabra
“bendecidos” generalmente en relación con bienes materiales. Dios nos creó
¿para qué?
La respuesta es muy amplia, sin embargo debemos preguntarnos ¿estoy avanzando hacía su propósito o hacía el mío? ¿Cómo estoy corriendo hacia la meta? ¿Son mis deseos los de Dios? Recordemos que para Dios es de mayor valor la obediencia que miles de sacrificios, nuestra obediencia es nuestra mejor adoración…
La respuesta es muy amplia, sin embargo debemos preguntarnos ¿estoy avanzando hacía su propósito o hacía el mío? ¿Cómo estoy corriendo hacia la meta? ¿Son mis deseos los de Dios? Recordemos que para Dios es de mayor valor la obediencia que miles de sacrificios, nuestra obediencia es nuestra mejor adoración…
CONVICCIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO
“Pero yo os digo la
verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; mas si me fuere, os
lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio” Juan 16:7-8.
Es fundamental que podemos contemplar la diferencia
entre convicción y condenación. La condenación viene de afuera y es del diablo.
La convicción viene de adentro y es del Espíritu Santo. La Biblia nos dice que
el Espíritu Santo “convencerá”, desde el griego nos dice: mostrará la falta,
pondrá en manifiesto, reprochará, reprenderá.
Su obra nos conduce al arrepentimiento y cambio de vida, al concientizarnos de la obra de Jesús y del amor del Padre celestial. El Consolador (el Espíritu Santo) no condena, él convence.
Su obra nos conduce al arrepentimiento y cambio de vida, al concientizarnos de la obra de Jesús y del amor del Padre celestial. El Consolador (el Espíritu Santo) no condena, él convence.
La convicción es aquella obra interna que
realiza el Espíritu Santo en el creyente, mediante la cual le muestra las
acciones o motivos que desagradan a Dios. Cuando es necesario aparece la disciplina
divina, que se recibe como formación necesaria para un hijo, generando ésta un
cambio de vida.
El sentimiento de culpa genera miedo y
ansiedad ante “los castigos” por malas acciones, reales o imaginarias. El sentimiento de culpa aparece por no perdonarnos a nosotros mismos, y por
no creer en el poder pleno de la sangre del Cordero de Dios. La persona ha
pedido perdón a Dios, pero mantiene un “sentir” de estar en mala relación con
Dios, y está a la expectativa del juicio celestial.
Por ejemplo el niño que relaciona afecto (amor) con disciplina excesiva (o
maltrato), cuando es adulto cree que cuando hace algo malo, debe ser maltratado
o castigado duramente. La convicción conduce al arrepentimiento, pero la
condenación lleva a la tristeza profunda, frustración y depresión.
Cuando el sentimiento de culpa o condenación no es resuelto creyendo en
Jesús y en su obra, viene sobre el creyente un manto de aflicción y auto culpa,
que le impide avanzar, creer y confiar en Dios, se estanca y sólo espera
fracasos.
Aun como predicadores debemos tener cuidado para no levantar el dedo acusador, sino predicar en el poder del Espíritu para redargüir como Dios quiere, y como sólo él sabe hacerlo.
Aun como predicadores debemos tener cuidado para no levantar el dedo acusador, sino predicar en el poder del Espíritu para redargüir como Dios quiere, y como sólo él sabe hacerlo.
El Espíritu Santo ha venido para convencernos del gran amor de Dios, de la
gran obra de redención en Jesús, para enseñarnos y ayudarnos a hacer la
voluntad de Dios aquí en la tierra. De Su mano podemos avanzar y lograr aquello
que Dios ha trazado para nosotros.
Reflexión final: Dios ha planeado grandes cosas para cada uno de sus hijos, pero el diablo
procura dañar estos planes, pero tengamos presente que los propósitos de Dios
siempre prevalecerán, y que la mayor fuerza del reino de Dios es el amor.
(Escrito por Pastor
Gonzalo Sanabria)
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