RESTAURACIÓN DE LAS RELACIONES FAMILIARES

RESTAURACIÓN DE LAS RELACIONES FAMILIARES
La voluntad de Dios es bendecir nuestras familias, sin embargo muchas veces nuestro orgullo impide la manifestación de ésa bendición. A veces las cosas en casa se ponen difíciles, el ambiente del hogar se pone tenso, y más bien no quisiéramos llegar a casa. 

Pero, sin duda ante Dios, debemos mirar no sólo nuestra casa, o las acciones de los miembros de ella, sino nuestro corazón, y acercarnos a Dios, pues él es la fuente del amor…     



RESTAURACIÓN DE LAS RELACIONES FAMILIARES

“Y José, cuando vio a sus hermanos, los conoció; mas hizo como que no los conocía, y les habló ásperamente, y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: De la tierra de Canaán, para comprar alimentos. José, pues, conoció a sus hermanos; pero ellos no le conocieron. Entonces… les dijo: Espías sois; por ver lo descubierto del país habéis venido” Génesis 42:7-9.   
Jesús dijo: “por la abundancia del corazón, habla la boca”, así pues es necesario que identifiquemos las expresiones de un corazón herido. En primer lugar vemos la indiferencia. La Biblia nos enseña que cuando José era adolescente, sus hermanos “le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”, también “le tenían envidia”, lo llamaban el soñador y un día dijeron: “matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: alguna mala bestia o devoró”.

Ahora José es el gobernador de Egipto, y su corazón reacciona ante el recuerdo de un dolor del pasado, un dolor de su adolescencia, como a veces pasa con nosotros ante el recuerdo de peleas con los hermanos, comparaciones, abusos, ofensas, burlas, etc.

En segundo lugar podemos identificar las palabras ásperas. José les habla como ellos le hablaban a él, en Gén. 37:4, nos dice que ellos: “le aborrecían y no podían hablarle pacíficamente”, y ahora José les habla ásperamente. ¿Qué son las “palabras ásperas”? ásperamente, del hebreo cashé, traduce también: severo, duro, recio, brusco. 

Son aquellas palabras cargadas de enojo, crueles y violentas con las cuales expresamos lo que hay en nuestro corazón (¿venganza?).

Jesús lo dijo así: “el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Procuremos pues el poder sanador de Dios, ejerzamos el perdón, para que el tesoro de nuestro corazón sea lleno del carácter de Cristo. Dios puede transformar nuestro corazón completamente. 




En tercer lugar podemos ver declaraciones temerarias. Según el texto de hoy, José los acusa ahora de ser espías, y de haber venido a identificar las debilidades del imperio egipcio para atacar. Pero, tengamos en cuenta que José sabía quiénes eran. 

Han pasado unos 22 años aproximadamente sin José ver a sus hermanos, y les habla así. Esto nos permite concluir que el paso del tiempo no sana las heridas, pues quien sana las heridas del corazón se llama Jesucristo el Señor.

Con una herida sin sanar podemos usar frases que acusan y condenan, pero su base es falsa, por ej: “Ud. me quería robar”, “Ud. me ha querido muerto(a)”, “Ud. no me quiere”, “Ud. no parece que fuera mi hijo(a)”, etc.

En cuarto lugar, puede ser que se presente abuso de poder (Gén. 42:17). José es el gobernador de Egipto, el segundo en el imperio después del faraón.  Es interesante ver que es posible seguir viviendo, lograr éxitos y grandes metas, y aun llegar a gobernar, con el corazón herido. Los envió a la cárcel por tres días, y ellos no habían hecho nada malo contra las leyes egipcias. 

No importa cuanta unción llegues a alcanzar, o cuan prospero llegues a ser, o los niveles de autoridad a los cuales Dios te permita llegar, siempre estaremos aprendiendo y siendo procesados por las manos del Alfarero Divino.

En quinto lugar, puede presentarse la incapacidad para expresar el amor (Gén. 42:24 y 43:30-31). Eran sus hermanos, el camino para llegar a su padre, leemos que: “sus entrañas se conmovieron… se contuvo”, lloraba a solas. 

A veces el dolor y las heridas logran impedir las expresiones de amor entre padres e hijos, entre esposos y entre hermanos. ¿Por qué? Porque queremos mostrarnos “más fuertes”, queremos “ganar”, queremos “desquitarnos”, queremos que sientan el dolor que nos hicieron sentir, es decir la falta de perdón, la falta de sanidad en el corazón nos hace duros, ásperos y orgullosos.

El camino a seguir es el del perdón, ante el dolor debemos acudir a Jesús, él es nuestro sanador. Con su ayuda y poder, podemos perdonar y sanar nuestras relaciones familiares, pues Dios quiere familias salvas y sanas.




Reflexión final: Es inevitable, las ofensas y heridas forman parte del camino, pero Jesús nos enseñó a perdonar, el camino del amor es sin duda el mejor, no queriendo decir que será el más fácil, pero Dios ha prometido ayudarnos y enseñarnos.   
(Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria).

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