CUANDO EL MANÁ DEJÓ DE CAER (Devocional No. 051)
Devocional No. 051
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)
El desierto era
una parte del camino que Israel debía atravesar hacia la tierra prometida, y Dios
fue su proveedor. Aunque el desierto era un lugar difícil, Dios nunca faltó con
Su provisión y protección, siempre suplió las diversas necesidades de Israel en
éste complicado lugar.
El desierto era un escenario de formación, en el que Israel debía conocer más a su Dios y crecer en su fe y fidelidad al Señor, pues la nueva tierra exigiría estas cosas...
El desierto era un escenario de formación, en el que Israel debía conocer más a su Dios y crecer en su fe y fidelidad al Señor, pues la nueva tierra exigiría estas cosas...
CUANDO EL MANÁ DEJÓ DE CAER
“Al otro día de la pascua comieron del
fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas
tostadas. Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del
fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que
comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.”, Josué 5:11-12.
Debemos
agradecer a Dios la provisión y victorias del pasado, pero es necesario
extendernos hacia lo nuevo. El maná es figura de la provisión divina del
pasado. Dios tuvo cuidado de su pueblo mientras caminaban en el desierto, les
dio a comer pan del cielo, la Escritura dice que “era como semilla, blanco, y
su sabor como de hojuelas con miel”. Fue la provisión de Dios en el desierto,
en el pasado, ahora enfrentaban un nuevo tiempo.
Por eso, Jesús dijo: “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”, Jn. 6:49-51. Dios es propicio a nuestras necesidades en cada tiempo o periodo de nuestra vida.
Por eso, Jesús dijo: “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”, Jn. 6:49-51. Dios es propicio a nuestras necesidades en cada tiempo o periodo de nuestra vida.
Nuestro
corazón debe mantener una comunión continua y sensible a la voluntad de Dios y
a sus tiempos, pues el maná fue la provisión en el desierto, pero en la tierra
prometida las cosas cambiarían. Dios por su Espíritu ha dispuesto revelarnos
sus planes y diseños, esto implica sin duda una comunión íntima y constante,
pues él se revela en el secreto.
Dios es propicio para cada tiempo de
nuestra vida. Los frutos de Canaán representan lo nuevo de Dios. Ahora comienza
un nuevo tiempo, hay cambios en su estilo de vida, pues por años salieron a
recoger el maná que caía del cielo, pero ahora comienzan un nuevo tiempo, entran
en una nueva tierra, algo nuevo ha llegado, y Dios lo deja claro, pues cesó el
maná (bendición de Dios para el desierto, pero Dios mismo lo suspende, y ahora
deben tomar los frutos de la nueva tierra).
En reemplazo del maná, ahora recogen
los frutos de la tierra que Dios les había prometido, pues Dios no miente, él
cumple Su palabra. Los mayores de veinte años habían muerto en el desierto, por
su continua rebelión contra Dios, y los menores de veinte años son los que ingresan
a la tierra prometida (A excepción de Josué y Caleb, Dios tuvo que hacerlo a través
de una nueva generación).
Pero Dios siempre cumplirá su propósito, aunque tenga que levantar una nueva generación. Entonces debemos ser entendidos de los tiempos de Dios para avanzar en lo que él ha planeado para nosotros y para nuestra generación.
El haber comido el fruto de la tierra prometida, panes y espigas nuevas, al otro día de la pascua, nos recuerda que después de participar de nuestra pascua (es decir, apropiarnos por la fe de la obra redentora de Cristo), iniciamos una nueva vida, donde nuestro espíritu se alimenta mediante el "pan fresco y diario" de la palabra de Dios, y es fundamental mantener ese anhelo cada día de nuestra vida, por eso dice la Escritura:
"Como niños recién nacidos, busquen la leche no adulterada de la Palabra; gracias a ella crecerán y alcanzarán la plenitud" 1 Pedro 2:2.
Pero Dios siempre cumplirá su propósito, aunque tenga que levantar una nueva generación. Entonces debemos ser entendidos de los tiempos de Dios para avanzar en lo que él ha planeado para nosotros y para nuestra generación.
El haber comido el fruto de la tierra prometida, panes y espigas nuevas, al otro día de la pascua, nos recuerda que después de participar de nuestra pascua (es decir, apropiarnos por la fe de la obra redentora de Cristo), iniciamos una nueva vida, donde nuestro espíritu se alimenta mediante el "pan fresco y diario" de la palabra de Dios, y es fundamental mantener ese anhelo cada día de nuestra vida, por eso dice la Escritura:
"Como niños recién nacidos, busquen la leche no adulterada de la Palabra; gracias a ella crecerán y alcanzarán la plenitud" 1 Pedro 2:2.
Reflexión final:
Los planes del Señor son perfectos, y lo correcto es disponer nuestro corazón
para entenderlos y caminar en sus tiempos. Dios sabe lo que hace. Fortalezcamos
nuestra comunión con Dios, y él nos revelará sus secretos y tiempos para
bendición nuestra y de nuestra generación.
1. “GUIADOS POR DIOS”
2. “ELMANÁ PAN DEL CIELO”
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