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Evita la murmuración y confía en Dios

Evita la murmuración y confía en Dios.

 

 

La palabra de Dios en la Carta a los Hebreos nos enseña a “poner los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”, nos enseña esto que es justo e idóneo mirar siempre al señor Jesucristo. Por eso, enfócate en él, así no dejarás de avanzar en el plan divino.  

Podemos ver lo que sucedió cuando los israelitas atravesaron el desierto, estaban tan faltos de adoración a Dios, y más bien estaban llenos de quejas y murmuración. Es por esta actitud, que el camino por el desierto se les volvió cada vez más difícil. La murmuración o queja en la boca de un hombre hace más difícil y largo su camino. 

Nos enseña la palabra de Dios en el libro de Números 21:4-5 que “Los Israelitas salieron del monte Hor por la ruta del Mar Rojo, bordeando el territorio de Edom, en el camino se impacientaron y comenzaron hablar contra Dios y contra Moisés: ¿para qué nos trajeron ustedes a Egipto a morir a este desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Ya estamos harto de esta pésima comida!”. 

Procuremos evitar la murmuración y la queja, pues estas son semillas de escasez y adversidad futuras. Es la adoración la que produce la obra de Dios a favor nuestro. La adoración nos fortalece en Dios y en su poder.   

La murmuración permite la obra de la muerte, la ruina y la enfermedad, ya que la vida o la muerte están en poder de la lengua. Como ellos hablaron, así cosecharon, pues ellos murieron en el desierto.

 

 

Por eso, lo correcto es depositar nuestro corazón en Cristo. La fe en Dios te sostendrá ante el desaliento y la dificultad. El pasaje bíblico de hoy nos dice que “se desanimó el pueblo por el camino”, otras traducciones dicen por ejemplo: “en el camino se impacientaron” y “el pueblo estaba fastidiado a causa del viaje”. 

Vemos pues, que ellos no confiaron en el Señor que los guiaba a la tierra de la abundancia, y por eso apareció allí el desánimo, la impaciencia y el fastidio. La queja y la murmuración generan desánimo, agotamiento e incredulidad.   

La fe en Dios nos ayuda a perseverar, a descansar en él y podemos avanzar con mucha expectativa y esperanza, pues lo mejor de Dios viene cuando confiamos en su poder y cuidado. Josué y Caleb le creyeron a Dios, y por eso entraron en la tierra prometida. 

Recordemos las palabras del apóstol Santiago 4:11-12 “Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas la ley, no eres cumplidor de la ley sino su juez. No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿Quién eres para juzgar a tu prójimo?”. 

Confiemos en Dios, pongamos nuestros ojos en él; y más bien, oremos los unos por los otros y caminemos confiados en que el Señor cumplirá sus buenas promesas. Él nunca te fallará.   (Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria).

 

 

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