El Señor Jesús transforma el corazón recio.
El Señor Jesús transforma el corazón recio.
Los evangelios del Nuevo Testamento, nos enseñan que Juan, el discípulo de Jesús, se caracterizó por su carácter irascible, y en muchas ocasiones fue un hombre duro y egoísta.
Podemos recordar aquí, que el Señor a Juan y a Jacobo (quienes eran hermanos) los llamó: “hijos del trueno”; pero, por su fuerte temperamento Dios no los desechó, por el contrario, transformó sus corazones.
En varias ocasiones, la palabra de Dios nos dice que el Señor Jesús les llamó la atención debido a la rudeza en su trato a los demás. A pesar de todo esto, el Maestro no los rechazó, ni los descalificó, más bien con misericordia y paciencia siguió trabajando en sus vidas (como el alfarero da forma al barro en sus manos).
Ten presente: Todo lo que Dios hace lo hace con amor, y siempre de acuerdo a sus planes. Éste discípulo (Juan) con un carácter recio finalmente es transformado en un siervo de Dios lleno del amor de Cristo.
Esto podemos verlo cuando escribe a la Iglesia diciendo: “Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, por que el amor viene de Dios y todo el que ama a nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros” 1 Juan 4:7-8,11.
Entonces, en lugar del estricto,
rígido y posiblemente combativo Juan de los evangelios, ahora vemos a un hombre
razonable y quien ama a Dios según las Epístolas de Juan y del libro de
Apocalipsis.
Tras su transformación, el “hijo de trueno” es ahora el apóstol del amor. La historia dice que terminó su vida al servicio de Dios en Éfeso, y dirigió la Iglesia en el Asia menor.
El Señor cambió a Juan y lo hizo un instrumento de bendición para todos. Dios tiene el poder de cambiar nuestros corazones, nuestro carácter y hacernos instrumentos poderosos en Sus manos. Definitivamente, todo es posible para Dios.
Recordemos 1 Corintios 13:1-2 “Si
hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un
metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y
entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que
logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada”. (Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria).
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