Nuestra responsabilidad como padres.
¿Has pensado en la herencia que vas a dejar a tus hijos? Algunas personas probablemente, al pensar en la respuesta a esta pregunta, se le vienen a la mente inmediatamente sus bienes materiales. Lo que han conseguido a lo largo de sus años de vida: la casa, el coche, el dinero ahorrado, las joyas, entre otras cosas.
Pero ¿has pensado en la herencia espiritual que vas a dejar a tu descendencia? Nuestra herencia espiritual a nuestras futuras generaciones, depende de nuestras acciones aquí en la tierra, ya que éstas determinarán maldición o bendición para nuestras generaciones futuras.
Dice la Palabra de Dios, que el resultado de nuestros hechos recae sobre nuestra tercera y cuarta generación; así en Éxodo 20:5-6, dice: “Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
Por lo tanto, hemos de tener cuidado en no caer en actitudes que en algunas familias se consideran dentro de lo normalidad (mentir, consultar adivinos o astrólogos, dar culto a imágenes, engañar en el pago de tributos, engañar en las rentas percibidas para recibir beneficios sociales, etc), porque hay muchos versículos expuestos en la Palabra, que nos hacen ver que todo esto es algo contrario a la ley de Dios y por tanto, contrario a lo que Él espera de nosotros como hijos.
Pero, si nos centramos en el versículo 6, podemos ver que Dios tiene bendiciones guardadas para los que aman y guardan sus mandamientos, Él extenderá su bendición y misericordia no sólo a la tercera y cuarta generación, sino a millares.
Tenemos un Dios bueno y fiel, que nos ha prometido que nos irá bien a nosotros y a nuestros hijos y que prolongará nuestra vida sobre la tierra (Deuteronomio 4:40).
Por tanto, seamos imitadores
de Dios (Efesios 5:1), tomemos el ejemplo de Jesús, porque, aunque no lo
creamos, nuestros hijos son imitadores nuestros. Por tanto, tenemos que trabajar primeramente nosotros en nuestra
relación diaria con Dios, que Él forme parte de nuestro hogar en todo momento, y
esa relación trasladarla a nuestros hijos.
Nos dice la Biblia en Deuteronomio 5 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
Vivimos en una sociedad en la que las ocupaciones diarias de los padres, nos hacen descuidar el tiempo de hablar con nuestros hijos, de explicarles, de tenderles la mano y guiarles; pero si dejamos para otro momento el hablar con ellos ¿crees que las redes sociales, los anuncios de televisión, sus amigos, etc, no se encargarán de contarles la versión del mundo en el que vivimos y hacerles ver que ésta es la buena?
Dios nos da la bendición de tener hijos con un propósito; y éste es que ellos el día de mañana sean luz para otras personas y lleven la Palabra del Señor a otros.
Por tanto, es necesario que nosotros instruyamos desde pequeños a nuestros hijos (Proverbios 22:6), en el amor de Dios y en sus mandamientos (dados en su Palabra, por ejemplo, en Éxodo 20) y enseñémosles a ponerlos en práctica.
Como padres, no debemos cesar de orar por ellos, protegiéndolos del enemigo, apartándolos de toda mal y de todo lo malo del mundo. Oremos por su cuidado y salvación; también para que Dios les dé temor de Él (que es el principio de la sabiduría), les dé fortaleza, dirección y para que el día de mañana sean semillas de bendición para otros.
Porque no queremos que
nuestros hijos se desvíen del camino de Dios, ¡actuemos ahora!, mañana puede
ser demasiado tarde. (Escrito por Sara Cascado
– Editado por Pastor Gonzalo Sanabria).
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