Cuida tu matrimonio
Cuida tu matrimonio.
El matrimonio fue establecido por Dios para su honra y con el propósito de crear vidas, juntos para el cumplimiento de su obra. Éste debe estar basado en la confianza, el amor y el respeto mutuo.
En Génesis 2:24, se nos dice serán una sola carne. Este versículo, en hebreo, hace uso del término “dabác” cuyo significado es: unirse, adherirse, mantenerse ligado o pegado y era utilizado para hablar de lealtad, de compromiso. Al comprometerse en matrimonio, ambos pertenecen el uno al otro (1ª Corintios 7:4).
La Palabra en Efesios 5:2 nos habla de llevar una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Llevar una vida de amor, implica llevar una vida de cuidado y protección del otro, de fidelidad, de ser de apoyo a su corazón (en los momentos difíciles, en los momentos de enfermedad, pero también en los momentos de felicidad), de apartarnos de todo adulterio y hacer que sea Dios el vínculo perfecto de nuestra unión, porque sabemos que cordón de tres dobleces no se rompe pronto (Eclesiastés 4:12).
Cuando surgen las dificultades, problemas o crisis, hemos de pedirle a Dios que nos dé dirección; de modo que los conflictos no vayan a más y se solucionen lo antes posible. Con humildad (aunque creamos que nosotros tenemos la razón), hemos de acercarnos al otro y hemos de buscar el perdón mutuo, tal y como dice la Palabra “no nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros” (Gálatas 5:26).
El sol no debe ponerse sobre
nuestro enojo (Efesios 4:26); es decir, debemos solucionar el problema antes de
acostarnos y así, obedeceremos el mandato de nuestro Padre. No fijemos nuestros
ojos en los errores de nuestro esposo o esposa, aprendamos a ver nuestros
propios errores e intentemos mejorarlos; así como a controlar nuestro carácter
y temperamento.
Pidámosle a Dios que transforme nuestro corazón y que controle nuestra lengua para no hacer daño a la otra persona con nuestras palabras. Hemos de llevar una vida en común sin egoísmo, porque el amor, nos permite que nos preocupemos incluso más del otro que de nosotros mismos.
A veces se dan grandes pruebas a superar, pero piensa que es posible que Dios tenga un propósito en tu matrimonio. Por tanto, persevera en la oración y confía en las promesas de Dios. No te des por vencido, no abandones (1ª Corintios 7:13). Jesús se revelará en el momento preciso. Y si surge la tentación de abandonar, recuerda que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13).
Concluimos diciendo que el matrimonio es para toda la vida. Es un regalo y una bendición que Dios nos da. De esta unión, aprendemos a ser pacientes, a valorar al otro, a amar de forma incondicional a pesar de la enfermedad, de la dificultad, de la adversidad; y, también nos es dado éste, como fuente de alegría y gozo durante nuestra vida terrenal.
Por tanto, pongamos en práctica el mandamiento de Dios de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (Juan 15:12) y hagámoslo con ferviente amor, el cual cubre multitud de pecados (1ª Pedro 4:8); y aprendamos a ver a nuestra esposa o esposo con los ojos de Dios, lo cual nos cambia el modo de ver las cosas.
Ocupémonos juntos en la oración y compartamos el amor por Dios, de modo que sirvamos el uno al otro de consuelo, de ánimo, de apoyo en la fe, de amor, de enseñanza y aprendizaje mutuo en el conocimiento de las Escrituras.
(Escrito por Sara Cascado del
Burgo. Revisado por Pastor Gonzalo Sanabria).
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