Despojémonos de la vana religión

Despojémonos de la vana religión.

 

 

 

En los evangelios podemos ver el ministerio poderoso en el que caminó el Señor Jesús; con  mucha frecuencia realizó grandes milagros y sanidades. Sin embargo, los escribas y fariseos le hacían oposición y resistencia a su labor. 

El Señor Jesús andaba haciendo bienes y sanando en todo tiempo, incluso en el mismo día de reposo, y por todas estas acciones era criticado y cuestionado.   

Por ejemplo, la palabra de Dios nos dice en el evangelio según San Lucas 13:14-15 “Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en día de reposo, reaccionó y dijo a las personas presentes:   

Existen seis días en los cuales se debe trabajar; vengan, pues, en esos días y sean sanados, y no en el día de reposo. Entonces, el Señor le respondió diciendo: Hipócritas, ¿no desata cada uno de ustedes su buey o su asno del pesebre en día de reposo y lo lleva a tomar agua?”.   

Como podemos observar, y no sólo en este caso, el Señor Jesús vino, entre otras cosas, a quebrantar la estructura religiosa de aquellos días, estructura que tenía cautivo al pueblo de Israel. Por eso, vivían una gran escasez de verdadera vida espiritual. Sus corazones estaban secos.    

Ante esta situación, el mismo Señor Jesús confrontó a los sacerdotes, escribas y fariseos en varias ocasiones. A través de estas acciones, podemos concluir que  Dios aborrece los formalismos religiosos que atan pesadas cargas sobre los hombres, y en nada generan vida y libertad.  

 

 

 

Las rutinas religiosas o “formas fariseas” producen muerte, frialdad, pesadas cargas que ninguna persona puede llevar. Paradójicamente, es algo que más bien aleja de Dios a la persona, pues nadie es “apto” para acercarse a él. Son tantos los impedimentos, ritos, obras, exigencias y costumbres humanas que el corazón termina fatigado y nunca renovado. 

La religión vana y llena de requisitos, hace al hombre orgulloso y egoísta. Podemos verlo por ejemplo, en la actuación de los sacerdotes y escribas de aquella época. Cuyo énfasis era lo externo, pero su corazón estaba lejos de Dios.   

El llamado de Dios no es a la práctica de una religión cuya base son los ritos fríos, rutinarios y desgastantes; más bien, él nos llama a una relación genuina y personal, sencilla y sincera, en donde el corazón se rinde ante Dios, y allí ocurre la verdadera transformación. 

Por eso no debemos albergar o incorporar las rutinas religiosas  en nuestra vida, no debemos consentir aquello que nos aparta de Dios, él es bueno y misericordioso. Desea escuchar y atender la necesidad de cada persona. Con un corazón sencillo, pero genuino, acércate a él y su amor te transformará.   (Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria).

 

 

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Comentarios

  1. precioso Salvador que nos permite tener una relación cercana con Él y disfrutar de su presencia en nuestras vidas, sin necesidad de nada más, es una comunión íntima con un Dios vivo que no necesita de intermediarios ni de nada más. Es una relación espontánea y en crecimiento porque conforme pasa el tiempo te das cada vez más cuenta, que eres cada día más dependiente de Él.
    Gracias, muchas gracias pastor por el estudio

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