El fuego del Espíritu Santo
Introducción: Seguramente en nuestra vida cristiana aparecen tiempos en
donde podemos hallarnos secos y sin fuerzas para buscar y servir a Dios. Cuando
nuestro corazón no se preocupa por la oración, por la palabra de Dios, por
congregarse o por servir a Dios, es porque el corazón ha caído en la rutina
religiosa...
Sin darnos cuenta nuestra vida espiritual se ha enfriado y no hay pasión
por las cosas de Dios. Hemos descuidado nuestro primer amor, como le sucedió a
la iglesia de Efeso. Es allí, donde debemos acudir a Dios y buscar la
renovación que viene del Espíritu Santo.
El fuego del Espíritu Santo.
Jesucristo es quien bautiza en Espíritu
Santo y fuego. Mateo 3:11.
“Yo a la verdad os
bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado
yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu
Santo y fuego”.
Juan el bautista como precursor de Cristo, es decir, como uno que vino a
anunciar la llegada del Mesías, nos enseña varias cosas aquí. La primera es que
una cosa es el bautismo en agua en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo (que hacemos en obediencia al mandamiento del Señor Jesús según Mateo 28)
y otra cosa es el bautismo en el Espíritu Santo y fuego (que según el libro de
los Hechos va acompañado de una señal: el hablar en lenguas).
En segundo lugar podemos ver que aunque el ministerio de Juan el
bautista era seguido por grandes multitudes que venían a él y era reconocido
como profeta de Dios, con humildad reconoce que él es un siervo de Jesucristo,
Dios soberano y Todopoderoso, por eso dice “no soy digno de llevar su calzado”.
Esto nos recuerda la importancia de la humildad; Dios se manifiesta y
viene con su presencia sobre lo corazones humildes y que reconocen su condición
y necesidad de él. El orgullo y la altivez nos alejan de Dios y de todos sus
beneficios.
Y en tercer lugar vemos la expresión: “él os bautizará en Espíritu Santo
y fuego”. Esto es muy interesante no sólo porque nos habla de otro bautismo,
sino por la estrecha relación que vemos aquí entre el Espíritu Santo y el
fuego.
El fuego purifica, aviva, ilumina y consume lo malo en el cristiano. Por
eso el más interesado en que el fuego del Espíritu Santo esté apagado es el
diablo. Cuando el fuego está encendido el cristiano busca con pasión la
presencia de Dios, sirve con diligencia al Señor, y anhela ver la manifestación
gloriosa del poder de Dios en su vida y en la vida de otros.
Cosas que apagan el fuego del Espíritu Santo en el cristiano. Efesios
4:30-31.
“Y no contristéis al
Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia”.
Somos templo del Espíritu Santo y debemos cuidar su presencia en
nosotros. Uno de los símbolos del Espíritu Santo en la Biblia es el fuego, y
esto no es en vano, pues Dios lo ha hecho así para recordarnos la importancia
de mantener encendido ese fuego.
Recordemos que en esta misma carta es
donde el apóstol Pablo por el Espíritu nos dice: “No os embriaguéis con vino en
lo cual hay disolución; más bien sed llenos del Espíritu Santo” Efesios
5:18. ¿Qué es disolución? Desde el término griego usado aquí, disolución es
desenfreno, insensatez, libertinaje.
Efesios 4:30-31 nos enseña algunas
cosas que apagan el fuego del Espíritu Santo en un cristiano:
Amargura (resentimientos escondidos
en el alma),
Enojo (disgusto en el corazón),
Ira (furia o violencia intempestiva),
Gritería (gritos lanzados con malicia
o perversión),
Maledicencia (blasfemias, calumnias,
difamación, mentiras, chismes, etc),
Y toda malicia (toda obra de carácter
maligno).
Debemos cuidar de no apagar nosotros
mismos el fuego del Espíritu Santo en nuestra vida. Con frecuencia nos dejamos
llevar por nuestros propios pensamientos y nuestros propios argumentos cayendo
así en comportamientos y actitudes que contristan o apagan el Espíritu de
Dios.
Vemos aquí la importancia de caminar
en amor, en perdón, en tolerancia, y por supuesto en oración. Es la presencia
de Dios donde comprenderemos muchas de las cosas que suceden en nuestra vida,
antes de lanzar juicios o murmurar contra el Señor.
El fuego del Espíritu Santo nos fortalece y da valor para
hacer la voluntad de Dios. Hechos 2:1-4.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento
recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les
aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Debemos destacar aquí, en el
versículo uno, una condición previa al mover del Espíritu Santo, y es “estaban
todos unánimes juntos”, esto nos habla de oración en unidad, estaban unidos
ante las dificultades y la oposición de aquel tiempo, unánimes en perdón y
tolerancia, no estaban criticándose unos a otros o murmurando unos contra
otros.
El versículo dos nos dice que de
repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba,
esto nos recuerda a otro de los símbolos del Espíritu Santo que es el viento, y
llama la atención que es precisamente lo que hacemos (soplar o impulsar un
viento) cuando queremos avivar o encender una llama que se apaga. El viento nos
recuerda la obra de renovación del Espíritu Santo en el creyente.
El versículo tres nos dice que se les
aparecieron lenguas repartidas como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. Quizá sea complicado definir “lenguas de fuego” pero hace referencia,
sin duda, al hablar poderoso y apasionado que iban a tener los ciento veinte
predicando a Jesucristo el Salvador.
A pesar de la oposición y persecución
de aquel tiempo la iglesia avanzó sin temor llevando el evangelio por todo el mundo conocido. Esto nos permite ver que
el fuego del Espíritu Santo nos capacita o equipa para superar los obstáculos y
vencer el miedo.
Mantener encendido el fuego del Espíritu
Santo en nuestro corazón es muy importante. 2 Timoteo 1:6-7.
“Por lo cual te
aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición
de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de
amor y de dominio propio”.
A veces los obstáculos del camino, las dificultades de la vida o las
pruebas en nuestro andar cristiano pueden generar un desgaste o fatiga que
termina afectando todas las áreas de nuestra vida, familia, trabajo, servicio a
Dios, etc.
Por ejemplo Dios a través del apóstol Pablo le dice a Timoteo: “Te
aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” 2 Timoteo 1:6.
Enseñándonos esto que Timoteo estaba pasando por un tiempo difícil y estaba
descuidado el fuego de Dios en su corazón.
El versículo siete nos recuerda que el fuego del Espíritu Santo en
nuestro corazón nos hace valientes, osados, esforzados, y renueva en nosotros
el amor y el dominio propio, somos fortalecidos en Dios para amar y para decir
no a las ofertas del enemigo (dominio propio).
Avivar es volver a encender la llama, es renovar la intensidad del
fuego, es reactivar la pasión y deseo por Dios y sus propósitos. ¿Cómo avivar
el fuego de Dios en nuestro corazón?
Renovando nuestra comunión con Dios, es decir restaurando nuestra vida
de oración. Restaurando la lectura y estudio de la Biblia. Congregándonos
fielmente. Fortaleciendo nuestra vida de adoración a Dios. Recuerda que en una
zarza ardiendo en un fuego que no se apagaba, en la soledad del desierto fue
que Dios restauró el llamado de Moisés.
Timoteo debía renovar el fuego de Dios en su corazón. Esto es algo que
todo hijo de Dios debe cuidar y procurar, recordemos que en el Antiguo
Testamento respecto al altar Dios dijo: “El fuego arderá continuamente en él,
no se apagará” Levítico 6:13.
Cuando en nuestra vida hay
fuego de Dios, es tan fuerte que no nos permite siquiera renunciar al llamado o
al servicio a Dios por las dificultades que hayan, fue esto precisamente lo que
le pasó al profeta Jeremías, quien a causa de la oposición y persecución dijo:
“No me acordaré más de él, ni
hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego
ardiente metido en mis huesos; traté de soportarlo, y no pude” Jeremías 20:9.
Conclusión: Es tiempo de renovar y avivar
el fuego del Espíritu Santo en nuestro corazón, despojémonos de todo aquello
que nos estorba y clamemos a Dios lo nuevo que tiene para nosotros. Amado
Espíritu Santo renueva en nosotros tu fuego, aviva en nuestro corazón el anhelo
por la presencia de Dios y su poderosa obra en nuestra vida.
Escrito por Pastor Gonzalo Sanabria.
Que el señor le continúe bendiciendo
ResponderBorrarGracias por sus mensajes. Son de edificación a mi vida
Grande es nuestro Dios!!clamo a Dios que avive el fuego del Espíritu Santo en mi corazón y crezca el fruto del Espíritu en mi.
ResponderBorrarGracias pastor. Qué el Señor les bendiga
Ameen,!!tristemente hoy vos que laniglesia de cristo esta apagada,en esta semna que apenas empiesa yo decia..Señor avivame,aviva el fuego de tu Espiritu en mi vida,porque me he sentido seca vacia,sin fuerzas espirituales,de gran bendicion su enseñanza,Dios hablandome ami vida.Es necesario aun mas en estos tiempos malos ,dificiles que seamos llenos de su Espiritu,Bendiciones pastor Gonzalo Sanabria🙌
ResponderBorrarAmén
ResponderBorrarQue bendición es cuando el fuego del espíritu santo no se apaga
ResponderBorrarAmen. anhela con toda tu mente con todo tu corazon y con toda tu alma el fuego del espiritu santo. Bendiciones
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