No podemos huir del amor de Dios

No es posible esconderse de Dios, su poder y su grandeza nos alcanza en todo lugar a donde vamos. El poder que pagó en la cruz el Señor Jesús y su amor hacen que esté pendiente de cada uno siempre. Salmo 139:7-12... 

Quizá el salmista (David) ha querido esconderse o huir de su crisis, seguramente ha intentado escapar de su realidad o dolor; pero al reflexionar en su condición y antes de dar lugar a la auto lástima, puede discernir la presencia de Dios en su vida.

Salmo 139:7-12 “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el infierno hiciere mi lecho, he aquí allí tú estás. Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra... Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz”.

En medio de su crisis puede reconocer el alcance de la presencia de Dios, comprende y acepta que Dios lo rodea, que el Señor mismo es su escudo y protección. 

La verdad es entonces que el Señor ha permitido todo eso para trabajar en él, pero eso no significa que lo haya abandonado, más bien lo protege completamente.   

Quizá la prueba sea difícil de manejar, tal vez sea difícil de comprender, tal vez genere muchas preguntas sin respuesta, pero Dios está allí y no nos dejará ser tentados más allá de lo que podemos soportar, porque él es bueno y conoce lo más profundo de nuestro ser.

Él es nuestro Creador y conoce nuestras fortalezas, conoce nuestras debilidades y sabe que sin él no podemos vencer. Por eso dice el salmista: “Su mano me guiará y su diestra me sostendrá”.

Ante todo esto es fundamental concluir que “No podemos huir del amor de Dios, no podemos huir de su protección y cuidado”. No importa donde estés, ni a donde vayas, Dios siempre estará peleando a tu favor. 

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Recordemos por ejemplo que Jonás huyó y se fue a Tarsis para esconderse de la presencia de Dios, y mediante un gran pez el Señor lo llevó hacia su destino y propósito: predicar en la ciudad de Nínive. 

Moisés se refugió en el desierto por cuarenta años y allá Dios se le apareció en una zarza ardiendo para llevarlo hacia su propósito de vida: liberar a Israel de la opresión egipcia.

No podemos escapar del amor de Dios, ni de sus maravillosos planes. Sus ojos están sobre cada uno de sus hijos veinticuatro horas al día para llevarlos al destino que les ha preparado. Gracias Señor por tu amor y cuidado.  



Escrito por por pastor Gonzalo Sanabria.  

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