En Dios siempre está la respuesta

En Dios siempre está la respuesta.
Introducción: Cuando enfrentamos una prueba, o un tiempo de dificultad, podemos hacernos muchas preguntas, e incluso cuestionar la bondad y cuidado de Dios. 

Hasta podemos permitir que el desánimo venga a gobernar el corazón, y por tanto la visión del mañana se hace oscura, triste y sin esperanza. Lo apropiado no es correr de un lado para otro, o refugiarnos en el propio dolor, sino buscar a Jesús...

En Dios siempre está la respuesta

Dios no es el culpable de las derrotas del hombre. Consideremos por ejemplo lo que le sucedió a Israel en el libro de Josué 7:5-7

“Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta de Sebarim, y los derrotaron en la bajada: por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.




Y Josué dijo: Ah, Señor Jehová ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos para que nos destruyan? Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán”.   

Después de conquistar la ciudad de Jericó el pueblo de Israel continúa avanzando, pero ahora enfrentan la derrota ante la ciudad de Hai. Mueren treinta y seis hombres hebreos y los israelitas desfallecen ante éste resultado. Ellos esperaban una gran victoria pero todo ha sido un gran fracaso.   

El líder Josué rasga sus vestidos y se postra delante del arca de Dios, él y los demás líderes y echaron polvo sobre sus cabezas en señal de dolor y angustia por la caída que han sufrido. Josué comete un error al culpar a Dios de aquel fracaso. Por eso le dice: “¿Por qué nos has entregado en manos de los amorreos para ser destruidos? Era mejor habernos quedado al otro lado del Jordán”.

Dios nunca se equivoca, él nunca hace algo mal, por su naturaleza y poder desea que siempre caminemos en victoria. La situación que vivía Israel en aquel momento era el resultado de sus propias acciones, revelación que vendría como resultado de buscar a Dios. El Señor no tiene la culpa del fracaso de los hombres, somos nosotros quienes necesitamos a Dios.





El Señor habla a Josué y le indica que han tomado del anatema de Jericó (Acán tomó oro y plata de aquella ciudad que Dios había maldecido). Esta desobediencia permitió al enemigo vencer a Israel. Después de arrepentirse y corregir lo que estaba mal, el Señor le dio la victoria a Josué. Dios es bueno y poderoso, nuca miente ni hace nada mal.  

Dios es bueno y él perdona el pecado ante un corazón sincero, y a partir de allí comienza su obra poderosa a nuestro favor; y así como le dio la victoria a Josué a pesar de los obstáculos, también nos dará la victoria a nosotros. Cuando las cosas no salen bien, nunca es culpa de Dios, más bien debemos buscar su consejo y en él hallaremos respuesta y solución.     

Conclusión: Los malos resultados deben acercarnos más a Dios, con corazón manos y humilde escuchar su consejo y seguir su dirección, él siempre tiene la razón. Nunca nos deja solos, su deseo es ayudarnos y llevarnos por el camino de la bendición.      




Escrito por pastor Gonzalo Sanabria. 


Te invitamos a leer: "PASIÓN POR DIOS". 

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