JESÚS RESTAURA LA VISTA A DOS CIEGOS

JESÚS RESTAURA LA VISTA A DOS CIEGOS
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)

En una de sus giras evangelísticas el Señor Jesús sanó a dos ciegos de Jericó, quienes a pesar de su condición, clamaron con insistencia, y su fuerza y perseverancia los llevó a  superar varios obstáculos para alcanzar su milagro, pues la multitud que seguía a Jesús era muy grande, los discípulos intentaron callarlos y nada podían ver… 

Sin embargo captaron la atención de Jesús quien se detuvo y los atendió. No debemos renunciar, sino perseverar, aunque los obstáculos aumenten, pues Jesús nos oirá y atenderá…



      
JESÚS RESTAURA LA VISTA A DOS CIEGOS:

“Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.” Mateo 20:32-34.

En nuestra vida cristiana debemos vivir la transición de la provisión al discipulado. Es decir ver más a Dios como la razón de nuestra vida, que como el proveedor de nuestras necesidades. 

La Biblia nos enseña que el Señor conoce nuestra necesidad, pero espera nuestra expresión (oración). En éste caso vemos que el Señor establece un dialogo con ellos: “¿Qué queréis que os haga?” y ellos responden pidiendo un milagro: la sanidad de sus ojos.

El texto nos dice “Entonces Jesús, sintiendo compasión, les tocó los ojos”. Consideremos varias cosas importantes que están aquí:

1. Jesús respondió, después de las acciones de ellos (ellos clamaron, luego clamaron más, se acercaron a él, expresaron su anhelo).
2. Ellos pidieron misericordia y él tuvo compasión (cualquiera que clame con su corazón misericordia a Dios, será oído).

3. Jesús tocó sus ojos, y ése toque trajo luz, les devolvió la vista (y descubren el más hermoso paisaje, la más hermosa pintura, lo más glorioso que los ojos pueden ver: a Jesús, Dios que se hizo hombre), Jesús lo dijo: “yo soy la luz del mundo, y el que me sigue tendrá la luz de la vida”, él transformó sus vidas, ya no serían más mendigos (pues por su ceguera pedían monedas “sentados junto al camino”). 




Éstos ciegos se convierten en seguidores de Jesús, la Biblia nos dice: “y le siguieron”. Su vida había sido transformada, y en su corazón había gratitud, amor por Aquel que un día apareció en el camino de Jericó a Jerusalén. 

Pero, ahora que lo conocían no lo dejarían ir, “te seguiremos” fue su decisión, ellos habían entendido que la vida sin Cristo es una vida en tinieblas, y por ende una vida de tropiezos dolorosos, una vida vacía sin razón.

Ellos seguramente conocían la Ley de Moisés, estaban bajo pacto, descendientes de Abraham, pero el nivel de luz era muy bajo, la religión había cegado la vida del Espíritu, ahora luz les resplandeció, y la luz se opone a las tinieblas y a sus obras. 

Ellos deciden seguir a Aquel que había transformado sus vidas, a Aquel que los había sacado de las tinieblas. Es exactamente lo que nos sucede cuando conocemos a Jesús. Gracias, Señor por iluminar nuestras vidas con tu luz, y trasladarnos de la potestad de las tinieblas a tu Reino.




Reflexión final: Ciertamente Dios ha hecho muchas cosas, pero quiere hacer muchas más, permitamos que venga con su luz a todas las áreas de nuestra vida, y toque donde aquella área de nuestro ser necesita sanidad, libertad, restauración, y transformación.

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