Aquí el Señor dará a Moisés la revelación de Su plan con Israel, y lo que espera de su pueblo; podemos ver entonces el monte Sinaí como una figura de la revelación de Dios para sus hijos; pasaje bíblico que contiene múltiples y grandes enseñanzas para nosotros como pueblo de Dios hoy. Consideremos las primeras palabras de Dios a Moisés:
“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.”. Ex. 19:5-6.
El Nuevo Testamento nos revela la gracia de Dios en Cristo, Su amor y gran misericordia; sin embargo, esto no elimina ni descarta la santidad de Dios mismo, quiero decir, él no quebrantará ni pasará por alto sus propias leyes, su propia palabra.
La Gracia no es libertad para hacer lo malo, ni licencia para desobedecer a Dios, es un llamado más alto a “andar como es digno de Aquel que nos llamó por Su gracia”, es un nivel de poder más fuerte dado a los hombres para vivir para Dios. Israel en el monte Sinaí empieza a tener nuevas y grandes revelaciones de Dios.
Sin embargo, Dios dice: “ustedes serán mi tesoro especial sobre todos los pueblos de la tierra”, aquí no importa “la noble cuna”, o si “sangre azul” corre por tus venas, o “el estrato al que perteneces”, o si tu documento de identidad te declara ciudadano del “país más desarrollado de la tierra”, si eres hijo de Dios perteneces al más noble linaje, a la más poderosa y rica familia del universo, tu padre no es el rey de España o de Inglaterra, tu Padre es Dios mismo, tu ciudadanía es celestial, fuiste redimido de los pueblos y linajes de la tierra para Dios tu Padre.
El sacerdote levítico: servía en el templo, intercedía por el pueblo, enseñaba la Ley y consultaba a Dios. Como sacerdotes de Dios debemos ser: adoradores, intercesores, tener intimidad con él, un servicio genuino y por amor.
No te desanimes, él es poderoso, contando con tu disposición, para transformar tu corazón y hacer de ti u instrumento para mostrar su gloria.
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