LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)

De Jesús se han dicho muchas cosas, aún en su tiempo, que era un profeta, que era Elías, que por Belcebú hacía las señales, otro­s dicen que fue un gran líder, un gran hombre, pero por inspiración divina Pedro dijo: “eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, él es Dios sobre todas las cosas, es el único mediador entre Dios y los hombres, es el salvador de la humanidad. 

El apóstol Juan había conocido a Jesús de Nazaret personalmente, pero ahora al tener un encuentro con el Cristo glorificado cae a sus pies, porque nadie puede resistir su gloria…




LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO (Devocional No. 096)

“Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro” Apoc. 1:12-13.

Juan describe la visión de Jesús, y en ésta revelación podemos ver grandes y hermosas enseñanzas para nuestra vida. Los siete candeleros son las siete iglesias, que deben resplandecer con la luz de Cristo, alimentada por el aceite del Espíritu. Cristo en medio de su Iglesia, como el tabernáculo en medio de las 12 tribus, es el centro, de dónde emana la vida, la luz y dirección para su pueblo.

“Una ropa que llegaba hasta los pies”, aquí la palabra griega para “ropa” es “poderes”, es una túnica larga que llega hasta los pies. En la historia del hombre, éste vestido hace referencia a la autoridad judicial. “Un cinto de oro en su pecho”, los reyes y presidentes se ponen una banda el día que son revestidos del poder para gobernar (“de oro” indica su divinidad).

Hablamos pues de la autoridad para juzgar, pues “el Padre dio todo juicio al Hijo”; pero recordemos que “Misericordioso y clemente es Jehová, lento para la ira y grande en misericordia”. 

Porque además la “poderes” o túnica, era uno de los ropajes del sumo sacerdote, que nos habla del intercesor, de Aquel que nos puede comprender, es pues Aquel que juzga con misericordia). Él es nuestro Rey y Sumo Sacerdote, justo y bueno. 




Vemos ahora en Cristo su santidad: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego” Apoc. 1:14. Nos enseña aquí el color “blanco” en su cabeza y “fuego” en sus ojos. Habla de santidad, de pureza. 

Recordemos que la ropa interior del sacerdote era lino fino blanco (símbolo de pureza interna), y el fuego es aquel que consume la hojarasca, la mala hierba. Sus ojos de fuego, nos recuerdan que nada se escapa a su santa y poderosa mirada. Nuestro Dios es santo y por eso dice: “Sed santos, porque yo soy santo”, “la voluntad de Dios es vuestra santificación”, debemos pues apartarnos de lo malo y honrar a Dios.

Su juicio y su Palabra: “sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas” Apoc. 1:15. El bronce es símbolo de juicio, por ej: la serpiente de bronce en el desierto, el altar de bronce para el sacrificio de los corderos. Nos recuerda que Él llevó el juicio que nos correspondía. 

El bronce en el horno, nos recuerda los procesos donde somos probados por el fuego, por ej: los 3 jóvenes en el horno de fuego, cuando su fe y fidelidad a Dios fue probada. Al hablar de sus pies, nos recuerda su tremendo poder con el que pisotea y consume a sus enemigos. Su voz como estruendo de muchas aguas, indica poder y vida; porque Su palabra es como espada de doble filo, es la espada del Espíritu, y también es agua que renueva y da vida al sediento.


  

Ahora nos habla de su gobierno por amor: “Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” Apoc. 1:16. 

Las siete estrellas, según el versículo 20 son los siete mensajeros o servidores, la palabra “ángeles” del griego "ángelos" que además traduce: mensajero, ángel, por implicación pastor. Cristo tiene a sus siervos en su mano derecha (es la mano del honor, del poder y de la autoridad), esa mano no te destruirá, te transformará, esa mano te protege, te levanta y te guía (es la mano del alfarero). 

“Y su rostro como el sol”, nos habla de su luz, no la que viene del sol, ni la de las estrellas, ni la eléctrica, es la luz de Dios que nos guarda de las tinieblas, la que nos indica el camino a seguir para no sufrir dolores, ni apartarnos de su propósito).

Su poder para dar vida y aliento: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” Apoc. 1:17-18. Jesús es Aquel que renueva, fortalece y anima a sus siervos. Es quien da vida al caído. El Señor Jesucristo requiere disposición en nuestro corazón para él traer lo nuevo.


(Te invito a leer: Sermones escritos para predicar).  

Jesucristo venció la muerte y el Hades, y ahora tiene las llaves. Por eso él es quien abre y nadie cierra, quien cierra y nadie abre (el emperador Domiciano muere y se levanta otro emperador, quien dio a Juan libertad). 

Es interesante aquí el nombre de la isla, Patmos, pues significa: mortal, y en medio de éste ambiente hostil, difícil, rocoso, y quizá cuando ya Juan pensaba que su vida terminaba, se manifiesta Jesús con toda su gloria para decirle: “Juan, te necesito en el ministerio aún, mira lo que voy a mostrarte, y envía el mensaje a las siete iglesias de Asia, y proclama mi verdad a toda ella”.

Reflexión final: Jesucristo es el Señor, con su poder y amor procura que su salvación alcance a todos los hombres. Él está siempre dispuesto para fortalecer y guiar a su Iglesia. Cuando quizá pensamos que todo ha terminado Cristo viene con su amor para renovar y dar vida.

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