EL SEÑOR ES MI FORTALEZA
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)
Dios es
protección y provisión para sus hijos, el Señor es la fortaleza del creyente.
La palabra fortaleza en el texto de hoy (Habacuc 3:19), es traducida del
término hebreo Kjáil, que significa: facultad o “potencialidad”, capacidad de
hacer o de producir.
Con cierta frecuencia el término aparece en un contexto marcial. Se trata de la “fuerza” física, de la “potencia” y capacidad de desempeñarse bien en el campo de batalla. “Fortaleza” nos habla primeramente de la fuerza de Dios que viene sobre el creyente y lo capacita para vencer en medio de la batalla espiritual, pues en él somos más que vencedores. Leamos este interesante estudio
Con cierta frecuencia el término aparece en un contexto marcial. Se trata de la “fuerza” física, de la “potencia” y capacidad de desempeñarse bien en el campo de batalla. “Fortaleza” nos habla primeramente de la fuerza de Dios que viene sobre el creyente y lo capacita para vencer en medio de la batalla espiritual, pues en él somos más que vencedores. Leamos este interesante estudio
EL
SEÑOR ES MI FORTALEZA (Devocional No. 095)
“Jehová el Señor es mi fortaleza,
el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Habacuc
3:19.
En el A.T. los
términos “ciudad” y “fortaleza” eran virtualmente sinónimos, pues las ciudades
a causa de los enemigos debían construirse en sitios estratégicos (lugares
altos) y rodeados de murallas.
Nuestro Dios es nuestra fortaleza, pues nos guarda y protege del enemigo, David vivió esta verdad cuando huía del rey Saúl y Dios lo libró, y por eso cantó: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré, mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:2).
Nuestro Dios es nuestra fortaleza, pues nos guarda y protege del enemigo, David vivió esta verdad cuando huía del rey Saúl y Dios lo libró, y por eso cantó: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré, mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmo 18:2).
Cuando logramos depositar nuestra confianza en Dios, le adoramos y
seguimos en medio de las dificultades, y perseveramos en él, Dios no sólo es
escudo alrededor nuestro, en él somos inaccesibles para el enemigo.
Reflexionemos
ahora en la frase: “él
hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”. Esto nos
permite concluir que con el poder de Dios podemos caminar en victoria y ser
intocables para el enemigo.
Los ciervos de las montañas palestinas se destacan por su gracia y ligereza, con sus patas tienen la habilidad de saltar y correr entre las pendientes rocosas (“alturas”).
El macho suele vivir en solitario, mientras que las hembras, junto con los ejemplares más jóvenes y crías, se organizan en rebaños que pueden ir desde 3 ejemplares a más de 20, por ser las hembras las que finalmente se encargan del rebaño, nos dice el texto: “Dios hace mis pies como de ciervas”. Te invitamos a leer “La Armadura de Dios”.
Las ciervas en
las zonas altas, escarpadas y pendientes, se sienten más seguras, pues
difícilmente los depredadores (osos, leones, lobos) pueden alcanzarles para
devorar sus crías. Así pues, Dios nos da la capacidad de caminar por sendas
seguras, y de rectitud donde el enemigo no nos puede tocar, ni alcanzar.
Reflexión
final: Como el profeta Habacuc, nosotros podemos
confiar en Dios en todo tiempo, esa confianza en él, produce gozo en nuestro
corazón, pues sabemos que Dios nos sostendrá y fortalecerá, y él nos impulsará
para caminar en victoria. El Señor es mi fortaleza.
Te invitamos a leer: Sermones escritos para predicar
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