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EL ESPÍRITU DE DIOS TRAE VIDA, COMO EL AGUA AL DESIERTO

EL ESPÍRITU DE DIOS TRAE VIDA, COMO EL AGUA AL DESIERTO
(Pastores Gonzalo y Andrea Sanabria)

Sabemos que Dios es nuestro creador, pero recordemos que él es también nuestro formador, es decir nos da la forma de acuerdo a su plan, como el alfarero moldea su vasija. Dios está interesado en formar en nosotros su carácter, para él es más importante nuestro ser que nuestro quehacer…




EL ESPÍRITU DE DIOS TRAE VIDA, COMO EL AGUA AL DESIERTO.

“Ahora pues, oye, Jacob, siervo mío, y tú, Israel, a quien yo escogí. Así dice Jehová, Hacedor tuyo, y el que te formó desde el vientre, el cual te ayudará: No temas, siervo mío Jacob, y tú, Jesurún, a quien yo escogí”, Isaías 44:1-2.
 Somos creados y formados por Dios. El Señor usa varios términos para referirse a su pueblo: “siervo mío”, “escogido”, “soy tu Hacedor”, “te formé desde el vientre” y “te ayudaré”, palabras que expresan el cuidado de Dios hacía su pueblo en todo tiempo, incluso en los días difíciles.

“No temas” dice Dios, mensaje que el Señor de continuo en la Biblia dio a su pueblo y a sus siervos, pues ante los desafíos encomendados o los peligros de los enemigos, el temor aparecía para impedir el avance, pero Dios siempre está allí, animando a sus hijos a seguir adelante para conquistar lo diseñado por el Señor. 
    
Para el momento en que se da éste pasaje Israel estaba en completa aridez espiritual, y Dios promete renovar a su pueblo: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos; y brotarán entre hierba, como sauces junto a las riberas de las aguas” Is. 44:3-4.

El momento histórico de Israel era difícil, pues estaba bajo el reinado de Manasés (llamado el peor rey de Judá, llevó el pueblo hebreo a la idolatría, se volvió al ocultismo, la tradición rabínica enseña que hizo aserrar al profeta Isaías a la mitad, así que Judá estaba lejos de Dios, seco espiritualmente…). 




Pero Dios promete a su pueblo un derramamiento de su Espíritu sobre la generación de ése tiempo y bendición de Dios sobre sus descendientes, será tal la obra del Espíritu Santo en medio de ellos, que se asemeja a la renovación y vida que experimentan los árboles que crecen a la orilla de un rio.

Reflexión final: Dios desea fortalecer y renovar a sus hijos, ha enviado a su Espíritu, para que cada día, cada momento, podamos saciar nuestro anhelo, nuestra sed de Dios y nuestra comunión con él sea fresca cada día.




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